lunes, 8 de abril de 2013

Psicología para entrenadores deportivos

Son pocas las referencias que hacemos a través de este blog a la aplicación de la psicología por parte de los entrenadores. En parte, esto se debe a que hay muchos entrenadores que no admiten ser aconsejados en este ámbito, bien porque confían en sus formas, bien porque carecen de la información necesaria sobre las ventajas de una buena preparación psicológica. Y es precisamente el entrenador quien dispone de una mejor posición para instruir a sus deportistas en las herramientas del alto rendimiento deportivo. ¿Cuáles son estas herramientas? Pues bien, para empezar, el entrenador debe ser consciente de que es el sujeto principal para realizar una buena distribución de los refuerzos, es decir, los premios o castigos (relativamente hablando) para asentar o extinguir conductas; con ello queremos decir que si el entrenador considera que una conducta del deportista (ya sea una ejecución técnica, una actitud o una proyección creativa) es adecuada, mediante frases (o palabras reforzantes) puede ayudar a asentar esta conducta, y por el contrario, si considera que no se ha realizado una conducta adecuada, mediante los mismos mecanismos puede lograr que tal conducta se extinga. Queremos recalcar que la mayor efectividad se consigue cuando el refuerzo (sea del signo que sea) se proyecta hacia conductas de proceso en vez de resultado; además, una conducta suele ser compuesta por microconductas menores, y es ahí donde se puede conseguir mejor eficacia, puesto que una conducta compuesta, al ser reforzada, afecta al conjunto de microconductas que la componen y ante un premio se puede premiar una microconducta inadecuada, o peor, ante un castigo se puede castigar una parte bien hecha. Otro aspecto importante que depende directamente del entrenador es la de inculcar una mentalidad analítica a sus deportistas, lejos de la carga emocional que tanto daño hace a la ejecución deportiva. Este aspecto se trabaja enfocando el análisis de causas a los errores cometidos, es decir, responder al qué ha sucedido, al cómo ha sucedido, por qué ha sucedido y qué puedo hacer para cambiar lo sucedido. Este aspecto está relacionado con el anterior de la distribución de refuerzos, principalmente ante el error, donde se puede optar por emitir un refuerzo negativo o desagradable para el deportista, cosa que conllevaría el peligro de cargar emocionalmente al individuo, o forzar al mismo a realizar un análisis de causas y recursos disponibles para evitar que vuelva a suceder. De esta manera siempre se obtiene un beneficio del error, que no es más que un aprendizaje adecuado en vez de una reacción emocional que se podría dar en el caso de sufrir el castigo. El control de la activación puede ser una herramienta muy útil para los entrenadores, en el modo en que puede determinar cuál es el nivel idóneo para determinado individuo y utilizar las técnicas de activación-desactivación para conseguir un estado de “arousal” que posibilite el máximo rendimiento. Uno de los aspectos que más comúnmente se atribuye al entrenador es la motivación de su deportista. Ya se ha hablado en varias ocasiones del tema de la motivación en este blog. En los diferentes artículos se hace hincapié en la importancia de la planificación de objetivos para definir la dirección de la motivación, así como la importancia que el deportista le dé a tales objetivos como propulsor del impulso o energía que se dedicará en conseguir tal objetivo. Pero el camino hacia un objetivo importante es lo que determinará la consecución o no del mismo; con ello queremos decir que la tarea diaria y de entrenamientos se debe basar en conseguir submetas de proceso que conforman el camino hacia el “gran objetivo”. Sin embargo hay gente que confunde en término motivación y atribuyen a la capacidad oradora del entrenador su eficacia de transmisión de la motivación. Pero la cuestión no es ésta: el discurso de un entrenador al estilo “I am a champion” sólo influye en la energía que aportará el deportista, pero si no hay un objetivo claro que marque la dirección hacia donde se debe dirigir dicha energía la cosa puede salir mal. También el entrenador es quien mejor puede mediar entre el deportista joven y la proyección de sus padres hacia su carrera deportiva. Es una de las tareas más difíciles de lidiar, especialmente en un club, donde se pagan unas cuotas y, por este hecho, parece que se tiene legitimidad para intervenir en los entrenamientos o la pedagogía del entrenador. Éste no tiene que negar la comunicación con los padres, pero sí restringirla a unos momentos y lugares determinados. Es inconcebible que el trabajo de un entrenador se vea condicionado por la presencia o no de un padre en la zona de entrenamiento. Estas situaciones se pueden evitar satisfactoriamente cuando el mismo club emite una normativa “clara y directa” sobre el tema del entrometimiento de los padres de los entrenamientos. Para ahondar más en el tema se habla en otros artículos de este mismo blog. Se podría continuar listando factores de la implicación de los entrenadores en los aspectos psicológicos, pero no es el objeto de este artículo publicar una tesis sobre el asunto, sino más bien constatar que la relación del entrenamiento a los factores psicológicos es muy estrecha.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me parece de gran valía el aporte que el entrenador puede darle a sus jugadores a nivel psicológico, lamentablemente se sigue dando poca importancia a este aspecto y sólo se le recuerda cuando las cosas no van bien y se recurre al famoso bomberazo.
Necesitamos más preparación al respecto y ser claros que de igual manera que se planifica el trabajo técnico-táctico se debe planificar el trabajo psicológico, sí es que queremos resultados verdaderos.

Carlos García dijo...

Gracias por escribir Raúl.
Estoy de acuerdo con tu comentario.
Bajo mi experiencia, más de diez años con deporte de tecnificación, el aumento de rendimiento en la ejecución con una buena preparación psicológica es notable. Pero hay que saber establecer una línea de hasta dónde llegan las competencias del psicólogo y dónde empiezan las del entrenador. El entrenador, en base a su formación y filosofía, puede ejercer de psicólogo, pero no a la inversa, los psicólogos nunca podemos invadir las competencias del entrenador, y éste es uno de los principales argumentos de muchos entrenadores para prescindir del psicólogo, el miedo a que sus competencias sean invadidas.
Desde mi punto de vista, somos los propios psicólogos los que debemos demostrar la utilidad de nuestra disciplina pero, por desgracia, la mala praxis cometida por algunos afecta más a nuestro prestigio más que los buenos logros obtenidos.
Gracias de nuevo por tu comentario.
Un abrazo.
Carlos García