Podemos definir la automatización como
la creación de patrones de conducta, simples o complejos, que
requieren un mínimo de recursos atencionales para ser ejecutados y
permiten la ejecución paralela de otros tipos de conducta aunque sea
de naturaleza diferente.
La gran ventaja que nos ofrece la
automatización de conductas es el ahorro de recursos atencionales,
liberando capacidad de focalización en otros estímulos o conductas.
Respirar, parpadear, caminar,
reaccionar, hablar, etc... son algunos de los procesos básicos
automatizados, conductas relativamente complejas en las que no
tenemos que focalizar nuestra atención para ejecutarlas.
Cuando abordo el tema de la
automatización con los deportistas que trato les explico las
ventajas de la automatización, pero también del peligro que supone
automatizar erróneamente una conducta o algún aspecto de la misma,
de forma que cuando se ejecute siempre se cometerá el mismo fallo o
error. Por tanto, la automatización de conductas es muy ventajosa
siempre y cuando el proceso de automatización se haya realizado
correctamente.
El lanzamiento de un tiro libre, la
técnica de natación o de tenis, el autodiálogo, una transición de
triatlón, una técnica de ataque en lucha, y muchos aspectos más,
es deseable poseer patrones automáticos de ejecución, pero si
durante el proceso para conseguir la automatización se incluye algún
error, éste se ejecutará siempre, a menos que efectuemos su
corrección, lo que significa una tarea larga y repititiva.
En mi explicación sobre la
automatización a los deportistas que trato les suelo ilustrar con el
siguiente ejemplo:
“En una Universidad de Florida se
realizó un experimento con (y para) unos estudiantes de Psicología
que pertenecían al equipo universitario de natación. Se les llevó
a alta mar y, una vez en aguas profundas, debían tirarse al mar y
simplemente nadar. La tarea no era difícil, puesto que eran todos
buenos nadadores. Lo único que les incomodaba era el mar oscuro y el
miedo a que apareciera algún tipo de “monstruo marino” y los
engullera. Pero la razón del experimento era hacerles perder el
automatismo del nado en sí, por lo que los experimentadores, desde
la borda del barco, empezaron a poner en duda su capacidad de nadar,
urgiendo al grupo de que se centrara en lo mal que estaban nadando y
el peligro de que acabaran en el fondo del océano. Lo que
consiguieron fue crear un verdadero pánico en el grupo y se vieron
forzados a sacarlos del mar con celeridad.”
Con este ejemplo pretendo ilustrar que
la pérdida del automatismo (también se puede conceptualizar como
hacer consciente lo que no era) lacra la técnica deportiva. Si un
tenista centra su atención en cómo ejecutar un revés durante un
partido, puede que este revés no le vuelva a funcionar durante los
próximos juegos. Si una gimnasta hace consciente su situación
espacial mientras ejecuta una pirueta en un salto de potro
seguramente perderá el control del salto.
De esta forma intento hacer comprender
que la automatización en el deporte es muy deseable para conductas
de ejecución fijas.
A partir de este punto entramos a
estudiar cómo se realiza la automatización de conductas, y como
casi siempre, suelo empezar con un ejemplo cotidiano:
“Cuando me saqué el carnet de
conducir, durante los primeros días debía prestar bastante atención
cada vez que cambiaba de marcha: 1- Detectar la necesidad de cambiar
a una marcha superior (o inferior, dependiendo del caso) mediante el
sonido del motor o las revoluciones del mismo. 2- soltar levemente el
pedal del gas. 3- presionar el embrague al tiempo que acabo de soltar
el pedal del gas. 4- Identificar la marcha necesaria. 5- Mover la
palanca de cambios. 6- Sincronizar el apretar el pedal del gas al
tiempo que suelto suavemente el del embrague.
Una cadena de conductas de cierta complejidad. Pero mientras realizo estas conductas no puedo dejar de atender a la carretera, ni al volante, ni al espejo retrovisor. Por eso, paulatinamente, voy desviando la carga atencional desde el proceso de cambio de marcha hacia otros aspectos de la conducción que requieren de atención continua. A base de repeticiones el proceso se va automatizando hasta el punto que el cambio de una marcha no requiere, a penas, un mínimo de atención.”
Una cadena de conductas de cierta complejidad. Pero mientras realizo estas conductas no puedo dejar de atender a la carretera, ni al volante, ni al espejo retrovisor. Por eso, paulatinamente, voy desviando la carga atencional desde el proceso de cambio de marcha hacia otros aspectos de la conducción que requieren de atención continua. A base de repeticiones el proceso se va automatizando hasta el punto que el cambio de una marcha no requiere, a penas, un mínimo de atención.”
Pues bien, pienso que este ejemplo
ilustra cómo se realiza un proceso de automatización (por ejemplo
orientar correctamente la palma de la mano en el estilo “crol” de
natación para arrastrar más agua).
En primer lugar, tener un conocimiento
perfecto de la conducta a automatizar; pensemos que si cometemos
algún error en la automatización también se ejecutará como parte
de la conducta.
Realizar visualizaciones, tanto en
tercera persona como en primera, de cómo será y se sentirá la
ejecución.
Realizar algunos ensayos intentando la
ejecución perfecta.
Cuando consideremos que hemos alcanzado
la ejecución más perfecta posible determinar una proporción de
ensayos con focalización hacia la ejecución y otra proporción para
la ejecución sin focalización, es decir, sin prestar atención.
Para ello sugiero que se prepare algún tipo de pensamiento
distractor, como muy bien puede ser tararear una canción
determinada. La razón de la proporción focalización/no
focalización debe ir evolucionando de más proporción hacia la
focalización hacia más proporción a la no focalización. En el
retorno a la focalización hay que revisar los posibles desvíos que
pueda haber habido durante el periodo de no focalización. Y así, ir
reduciendo el periodo de atención hacia el de no atención hasta
conseguir la completa automatización.
Puede que se vea complicado, pero vamos
a reflejarlo en el ejemplo citado (natación).
Se desea orientar mejor la mano en el
crol para conseguir más empuje. En primer lugar se intenta entender
qué es exactamente lo que deseamos conseguir, mediante preguntas al
entrenador, visualización de vídeos u otra fuente. Al obtener el
concepto claro de lo que deseamos (la orientación de la palma de la
mano) realizamos ejercicios de visualización; primero cómo queremos
que se nos vea desde ciertas perspectivas, y a continuación qué sensaciones obtendremos al realizar tal conducta. Tras una buena
visualización realizamos prácticas centrándonos en cómo hacemos
las cosas hasta obtener la ejecución más cercana a lo que deseamos.
El siguiente paso entra en el proceso de automatización en sí.
Determinamos las proporciones de focalización (F)/no focalización
(NF). Por ejemplo (pensando que entrenamos en una piscina de 50m.)
nos marcamos nadar los primeros 25 metros centrando la atención en
orientar las palmas de las manos correctamente; los últimos 25m. continuamos haciéndolo pero al tiempo que tarareamos (mentalmente)
la canción elegida. Seguimos esta proporción durante 5 o 6 largos.
En la próxima sesión modificaremos la proporción en favor de la no
focalización, por ejemplo 20m.F/30m.NF, y así hasta conseguir el 100%
NF, es decir, la automatización.
En el caso de que se automatice algún
tipo de error en la conducta, es tan simple como realizar una nueva
automatización, previa desautomatización, focalizando en cada uno de
los sub-procesos de la conducta.
En fin, que el cerebro nos brinda la
oportunidad de ahorrar recursos atencionales mediante los procesos de
automatización dando seguridad a la ejecución y liberando dichos
recursos para otros procesos implicados en la ejecución deportiva.
1 comentario:
Este artículo resalta un aspecto crucial del aprendizaje motor: la automatización de conductas. Como se menciona, la capacidad de automatizar procesos es clave en deportes, ya que libera recursos atencionales que permiten enfocarse en otras tareas, lo que a su vez mejora el rendimiento. Me parece interesante cómo se ilustra la importancia de realizar la automatización de manera precisa, pues cualquier error en el proceso se repetirá constantemente. Además, la relación entre la automatización y el control consciente es algo que todos hemos experimentado en actividades cotidianas, como al aprender a conducir, lo que hace aún más valiosa la comprensión de cómo estos procesos impactan el rendimiento deportivo. ¿Alguna vez has tenido que desautomatizar alguna conducta para mejorarla?
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